De Orduña Pineda Ana Cristina, Kimberly Pinto Villanueva.
La revolución de los cíborgs tendrá lugar a partir del
2040.
Lo primero
que ves cuando te encuentras con Neil Harbisson es su tercer ojo, situado en su
cabeza y unos 10 centímetros por delante del resto de su cuerpo. Se trata de un
dispositivo que transforma los colores en sonidos y que, desde 2004, forma
parte de su estructura corporal de forma oficial.
Ese año,
logró que el Gobierno británico le permitiera aparecer portándolo en la foto de su pasaporte. Así, se convirtió en el
primer cíborg reconocido del planeta.
Harbisson
decidió incorporar a su cuerpo esta tecnología, bautizada como Eyeborg, a causa
de la acromatopsia que padece y que limita su visión a los colores blanco y
negro, es una lente que comunica con un microchip implantado en su cabeza.
A
diferencia de otros dispositivos electrónicos que se insertan en el cuerpo,
como podría ser un marcapasos, el de Harbisson le habla, y “es precisamente esa
comunicación la que lo convierte en un elemento cibernético”. El cíborg no está,
de hecho, de acuerdo con la definición que la
Real
Academia Española da para su condición, que recoge como: “Ser formado por materia
viva y dispositivos electrónicos”.
Para
Harbisson, la capacidad que le ofrece su tercer ojo es tan propia que, aunque
reconoce que “podría vivir sin ella”, se compara con otro ser humano que
perdiese el olfato o una mano. Inicialmente, la motivación de Harbisson estaba
dirigida a salvar su carencia visual. Pero, a lo largo de los años, esta
experiencia le ha convertido en un activista cibernético que aboga por la transformación
humana hacia esta nueva condición.
Harbisson
reconoce que se ha topado “prejuicios”, le han llegado a relacionar con el cíborg
asesino de la película The Terminator y tildado de “antinatural”. Sin embargo,
su visión es justamente la contraria y, dado que la cibernética es una creación
humana, confía en ser “más humano cuanta más de esta tecnología incorpores”.
· Su parte antinatural
El
envejecimiento positivo y la evolución dirigida que se generan a través de la
expansión sensorial todavía no son tan populares como Harbisson querría, y
reconoce que, aunque hay gente que prueba la experiencia, “es muy poca la que
decide incorporarla a su organismo de forma permanente”. El cíborg cree que la
revolución cibernética tendrá lugar en la década de 2040, ya que “son los niños
de entre doce y catorce años los que más interés demuestran”. Estos jóvenes “ya
han crecido con el lenguaje tecnológico y robótico, y están acostumbrados a tener
tecnología siempre en las manos”.
Para
fomentar esta transformación tecnológica, la web de la fundación de Ribas y
Harbisson pone a disposición de cualquiera las instrucciones para crear algunos
de sus dispositivos. Ribas explica que, además, “todos son de código abierto
para que cada uno experimente como quiera y encuentre el dispositivo que le
guste más”.